Reputado director argentino, Leo Bechini habla con tranquilidad, utilizando palabras simples para expresar conceptos realmente complejos. Informal, sosegado y con la mirada curiosa cuenta como la calidez de la gente de Gijón y la acogida del festival por parte del público se han ganado su corazón. De Buenos Aires al Centro de Cultura Antiguo Insituto de Gijón para presentar su primer largometraje en la sección Rellumes de FICXixón: Operación Mexico. Un Pacto de amor, en adaptación cinematográfica de la novela de Rafael Bielsa Trucho. La Operación México o lo irrevocable de la Pasión. “Una historia de amor cuya escenografía es un Thriller, momento más trágico del país”, y es que la película cuenta uno de los sucesos acaecidos más dramáticos de Argentina a través de la figura de “Trucho”, Tulio Valenzuela, uno de los dirigentes de los Montoneros (grupo revolucionario de carácter peronista contrario a la dictadura militar) en la localidad de Rosario, que fue secuestrado por los militares junto a su mujer embarazada el hijo de esta y llevados a la Quinta de Funes. A cambio de su libertad tendría que traicionar sus ideales comuneros y poner en bandeja de plata las cabezas de la cúpula de los comuneros que se iban a reunir en México. Su mujer y el niño quedarían como rehenes para garantizar el retorno de Tulio. Pero antes de irse, es su mujer quien le pide que no lo haga, que no traicione los ideales en los que ambos creen, aún sabiendo que así se condena a muerte. Una historia envolvente, "una tragedia perfecta”, como la define el propio Bechini. Si hace lo que le piden los secuestradores, perderá a su familia para siempre, ya que ella, Raquel, amenaza con dejarlo, y si no lo hace, igualmente los perderá, porque sabe que los matarán. "¿Y que mayor muestra de amor hay que dar la vida?", pregunta retóricamente.
Una historia real, una reconstrucción colectiva, que atraviesa la verdad y se muestra crítica con ambas partes. “Es muy fácil identificarse con alguno de los personajes”, asegura el director argentino. La historia nos transporta a la Argentina de finales de los años 70, y nos cuenta uno de los episodios que tanto el gobierno, como los propios comuneros han intentado mantener oculto. No será hasta los años 90, cuando bajo el Gobierno Kisner, haya un especial interés en hacer justicia y crear una memoria histórica colectiva. Así, tanto el libro de Bielsa como el largometraje surgen en un momento que se ha visto favorecido por ese empeño gubernamental de no olvidar, lo que propició que los protagonistas salieran a la luz, “un país sin memoria, no tiene futuro”, añade tajante el cineasta, “si no nos damos la oportunidad de hacer justicia corremos el riesgo de caer en la misma trampa”.
Asegura que fue el argumento el que lo encontró a él y no viceversa, “fueron los productores quienes me propusieron que leyera la novela, que desde el primer momento me atrapó, me hizo recordar mi primera juventud”, cuenta. En seguida se puso manos a la obra con la adaptación, que gustó mucho a Bielsa. “Me reuní con Rafael en muchas ocasiones para conocer cuál era su enfoque, quería conocer su alma”, “y lo logré”, añade. “La historia ya no es mía, ahora es tuya”, fueron las palabras que le dijo el escritor en su último encuentro. También pudo hablar con Jaime Drín, último superviviente al cautiverio en la Quinta de Funes, lo que le dio una dimensión mayor al relato. Con la bendición de Rafael, el testimonio de Drín y el buen hacer del argentino el resultado no podía haberse ajustado a la realidad. De hecho el propio Bielsa le confesó que una de las escenas de la película que el describe en su libro se la había imaginado exactamente así.
No es nada fácil rodar una película y menos aún cuando se trata de un hecho real y de la memoria histórica de todo un pueblo. De hecho, el largometraje, ha sido financiado en parte por el Instituto Nacional de Cinematografía Argentino y, en parte, por productores privados; muchos de ellos montoneros que se sentían con la obligación histórica de hacerlo. Los escenarios son reales, pero no los auténticos, “se trata de recreaciones fidedignas”, asegura. Curiosamente a lo que pueda parecer, en una película con tantos detalles y tanta violencia, fueron las escenas con el bebé, las más difíciles de grabar. Ante los ojos de este pequeño actor (hijo de uno de sus mejores amigos), al que todavía le cuesta diferenciar entre realidad y ficción aparecía un infierno, y la crueldad del ser humano, “Intentábamos grabar en una sola toma para evitarle lo más posible el sufrimiento”, explica. Un infierno que vivió el verdadero Kinki, entregado a sus abuelos maternos, cuando mataron a su madre. Una suerte diferente corrieron los otros dos, los mellizos que se encontraban en el vientre de Raquel: uno, supuestamente murió poco después del parto, y la otra desapareció, siendo recuperada en el 2008 gracias a las Abuelas de la Plaza de Mayor como la nieta número 96. Aunque es la primera vez que Bechini realiza un largometraje, ya es un veterano en eso de contar historias reales, sus preferidas, en series de televisión, “requieren un mayor compromiso, y un mayor cuidado ya que estás hablando de personas, estás mostrando sus almas y eso merece un mayor rigor”, comenta.
Es imposible no hacer una analogía entre este periodo en Argentina y lo acaecido en España durante el Franquismo. Personas, muchas, desaparecieron de sus casas sin dar indicaciones. Muchas acababan, en el caso español, en fosas comunes, pero sobre eso aún no se puede hablar. Argentina está intentando redimir su historia, haciendo justicia y, aunque duela, reabriendo heridas, que no van a poder cerrarse hasta que no se haga justicia o aparezca el último nieto. En el caso español, Bechini asegura que “España tiene una duda pendiente con los españoles, que merecen justicia y la reconstrucción de la historia. Los muertos merecen descansar en paz y la única manera es hacer justicia”.
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