My crazy notes


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Con los sentimientos a flor de piel. Río, lloro, a veces las dos cosas a la vez. Ahora mismo esbozo una sonrisa por lo que fuimos pero lloro de rabia por lo que nunca (¿nunca?)podremos ser.




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El miedo a ser feliz. ¡Menuda estupidez! No se tiene miedo a ser feliz, más bien a dejar de serlo. 
Yo lo soy cuando al abrazarme encajo perfectamente entre tus brazos, que parecen hechos a medida para mí. 
Soy feliz cuando me susurras al oído que me quieres o mirándome a los ojos sonríes porque ves algo en ellos que te hace feliz. Soy feliz al verte feliz, eso es. 

Era feliz antes de conocerte, sí. 
Pero no como ahora; no como cuando me abrazas y nuestros cuerpos respiran al unísono como si fueran uno solo. 
No tengo miedo a sentir lo que siento, tengo miedo a que se acabe, a que la ilusión desaparezca, a darme cuenta que todo ha sido un fantástico sueño. 

Pero mientras tanto, ven, 
abrázame. 

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Una noche de invierno estrellada, de esas en las que la luna llena brilla con fuerza y el viento gélido de enero recuerda que la primavera aún está lejana. La calle estaba desierta así que estaba convencida de que la atención de aquella magnífica Luna era solo para ella, mirándola con decisión pensó en su deseo y antes de voltearse para seguir su camino, le guiñó un ojo. 
Quejando así sellado el pacto entre de damas. 

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Ojalá algún día volemos juntos; que el aeropuerto no signifique una despedida sino el inicio de una nueva aventura, juntos. Ojalá algún día pueda estrechar tu mano con fuerza antes del despegue y jugar a adivinar  a qué pueblo pertenece cada lucecilla desde la ventanilla del avión. Son sueños que pueden parecen pequeños, pero que se vuelven grandes si son contigo.

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Portami con te perché solo con te mi sento io. 
Portami con te perché solo con te riesco ad essere me stessa.
Portami con te, portami con me. 



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Quédate a dormir. 
¿En tu casa? 
No, en mi vida. 

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Háblame de ti. 
Dime de qué tienes miedo y le plantaremos cara juntos. 
Dime de qué huyes y teniéndote fuerte de la mano nos enfrentaremos a ello. 
Dime las cosas que te hacen feliz y lucharé a tu lado para que nunca te falten.  
dime cuáles son tus sueños y junto a ti pelearé para que se hagan realidad. 
¿Que qué quiero a cambio? Que no permitas que pase un solo día sin hacerme sonreír. 

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Has cogido mis sueños rotos y modelándolos, te has ido adueñando de cada uno de los pedazos. Ahora esos sueños, que antes eran solo míos, son también tuyos: son contigo. 



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¿Sabes quién tu peor enemigo? Tú mismo. Aprende a quererte, a decir lo que de verdad piensas porque, créeme, solo así podrás ser feliz. Dile ‘hasta nunca’ al miedo, y guíñale un ojo a la suerte; sí, esa también te corresponde. No tengas miedo a soñar en grande, porque los que no lo hacen se quedan pequeños. Y tú, querido amigo, no has nacido para ser uno más. 


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por primera vez en mucho tiempo sentía que estaba haciendo las cosas bien. era feliz.
seis años lejos de su tierra natal, volviendo solo en contadas ocasiones: vacaciones y navidad...¡pura obligación!
seis años de disculpas, maletas a medio hacer y llamadas intermites.
¿y ahora? había tenido que aparecer él para hacerla volver a casa, para hacerle sentir la Necesidad de hacerlo.
la distancia no es fácil, quizás sea la peor consejera. las emociones se multiplican y las palabras, como única verdad, cobran demasiado protagonismo. podría decirle que lo odiaba, que ojalá nunca lo hubiera conocido, pero sería engañarse así misma. era suficiente ver aquella foto sonriendo para entender lo que es la felicidad. aquel segundo robado al tiempo era la prueba de que había hecho la elección acertada.





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The Man in The Navi Suit. - Jack Vettriano




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Tocar, oler y sentir. Sentir no es ver, sino tocar, y vivir.
Yo no te toco, ni te huelo, pero te vivo, y te siento. 


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Lee Miller a Aziz Eloui Bey:
"…quanto a me francamente non so cosa voglio, a meno che non sia ‘la botta piena e la moglie ubriaca’. Vorrei la combinazione utopistica di sicurezza e libertà, e dal punto di vista emotivo ho bisogno di essere totalmente assorbita da un lavoro o da un uomo che amo. Credo che la prima cosa da fare sia crearmi la libertà, cosa che mi darà modo di concentrarmi di nuovo su qualcosa e poi speriamo di trovare anche una qualche forma di sicurezza - e se non la trovo, almeno lo sforzo mi terrà viva e sveglia.

Addio tesoro, e buona fortuna finché ritorno e anche se non tornassi".


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Mi piace pensare che ogni tanto mi pensi. 



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No he entendido nunca ese dicho de 
como quien oye llover,
para indicar desinterés.
Yo cada vez que oigo la lluvia, la escucho. Observo como cae, y como las gotas 'hacen carreras' sobre el cristal de las ventanas. Primero una, luego la otra, y otra...hasta que la naturaleza desencadena toda su fuerza y las pequeñas motas de agua se convierten en cascada.

El susurro de los truenos aún lejanos, el murmullo del viento que se filtra a través de las ventanas...¡rayos! ¡Cerrad las ventanas!



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Cógeme de la mano y llévame por fin a ese lugar del que tantas veces me has hablado. Es ahora o nunca. ¿Estás conmigo o estás contra mí? No existen las medias tintas, o las medias verdades. Sí o no. Es fácil. No quiero excusas, no quiero una historia construida sobre 'peros' y 'ya veremos'. Quiero la irracionalidad, la espontaneidad de un 'hagámoslo’, ‘¿a quien le impota?’ y‘¿Por qué no!?’




Coppia sotto la pioggia, Ferdinando Scianna 
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Eres tan igual a mí que tengo miedo: Tú tienes tus planes, yo tengo mis sueños. He fingido divertirme a pesar de las caídas, con las piernas magulladas digo¡basta! me he cansado de tus juegos y mentiras. No tengo ganas de seguir peleándome con la realidad cada vez que me prometes las  estrellas. Quizás la próxima vez...No tengo ganas de esperar un mañana que no llegará y reír haciendo como que todo va bien. ¡Necesito estar conmigo y no contigo, necesito quererme y no quererte! 



Eres tan igual a mí que no me fío: la desconfianza es el peor de los venenos. La rabia y los celos me magullan el alma. Quizás debería dejarte ir, como he hecho ya, per no sé cómo perderte de nuevo. Contigo el instinto supera la lógica.




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No te echo de menos. 
Me hacen falta tus miradas, tus silencios y tus ganas. 
No te echo de menos.   
Echo en falta nuestros momentos, nuestras risas y complicidad. 
No te echo de menos. 
Me hacen daño tus desprecios, los instantes que ya no serán y las noches de luna llena. 
No te echo de menos. 
Necesito tu sinceridad y tus abrazos. 
No te echo de menos. 
Daría solo todo mi mundo sin ti per un pedazo de mi mundo contigo pero no te echo de menos. 

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1ºsettembre 1939.

Natatcha, madre di due maschetti e sposata con Albert da quasi vent’anni, siede comodamente sul divano in pelle nera che con tanto sacrificio sono riusciti a comprare, finalmente, a gennaio. La casa è in ordine, il pranzo è già pronto, e aspetta i ragazzi che stanno per tornare. Albert oggi, come ogni giovedì, non lavora per cui siede accanto a lei in silenzio, alla radio suona una ballata di Chopin. Mentre sfogliano insieme un vecchio giornale, la melodia cambia di scatto una voce rocca prende la parola,
‘i tedeschi hanno aperto fuoco nel porto di Danzina’. 
Per un attimo si guardano allarmati, poi sintonizzano altro canale. Il mare è lontano e loro si sentono a salvo nel loro appartamentino di Lomza seduti sul divano di pelle. Cosa mai potrebbe succederli? 
Citofonano: 
sono i ragazzi. 
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Personas 

Es curioso las personas que consiguen que te encuentras por la calle puedan cambiarte el ánimo o incluso inspirarte. Es suficiente mirarlas para hacerte venir una idea, un pensamiento positivo o simplemente sonreír. 

Los ancianos que pasea por el parque de la mano, mientras en la otra se apoyan con el bastón. Al verlas sonríes por lo que representan: esas manos están unidas desde hace más de 50 años, y aún conservan la la misma pasión por la vida, las mismas ganas de seguir luchando juntos y no dejarse caer. 

La madre que con una paciencia infinita le explica a su hijo porqué llueve o porqué su hermano mayor puede caminar mientras él tiene que ir en la silla. 

La niña que te saca la lengua en la caja del supermercado porque es su modo de decirte, ‘me aburro’, y tú le sigues la corriente recuperando ese espíritu desvergonzado del que hacen tesoro los más pequeños de la casa. 

La pareja que se pone al hilo en mitad de la calle: ella es muy posesiva y él es un espíritu libre o viceversa él la quiere toda para él y a ella le gusta compartir. ‘Me gustas pero no te aguanto’ escuché el otro día en la plazoleta cerca de casa. 

Los chavaletes con aires de macarra que en el metro hablan a gritos con un marcado acento ‘de barrio’ y escuchan la última canción rap del momento. 

Las jovencitas, que no son niñas pero tampoco son adultas y se comportan como si lo fueran teniendo conversaciones que ni las chicas de Sexo en Nueva York. 

El loco de turno que mientras te habla mira al vacío, o la señorona bien vestida que habla sola mientras observa todo lo que sucede a su alrededor. 

Y qué decir de los que hablan por el móvil con los auriculares haciendo partícipe de su animada charla telefónica. "Llego tarde", "Federico es un idiota", "¿Qué quieres para cenar?", "acabo de salir". Son pedazos de vida que aislados no tienen ningún sentido pero al interno de sus respectivos mundos representan todo. 

¿Y qué decir de los que van por la calle ensimismados en sus 'smartphone'? Son los mismos que caminan mirando al suelo y cuando alzan la vista tienen un brillo especial en los ojos, y una sonrisa picarona. 



Quizás te los has cruzado durante 1 minuto o simple fracción de segundo, el mínimo indispensable para recordar sus gestos, pero algo en ti ya ha cambiado. Parece una tontería per uno no es nunca el mismo cuando vuelve a casa. Se sale con una sonrisa y se vuelve ‘con morros’, se sale pensando que será un día nefasto y se vuelve con los ojos brillantes y una mueca de felicidad inesperada.  







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CRONOS. Nicanor Parra

Los
        días
                son
                        interminablemente
                                                              largos:
Varias eternidades en un día.
Nos desplazamos a lomo de luma
Como los vendedores de cochayuyo:
Se bosteza. Se vuelve a bostezar.
Sin embargo las semanas son cortas
Los meses pasan a toda carrera
Ylosañosparecequevolaran.

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No estaban hechos para vivir el amor sino para hacerlo... 




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Ana, ¿dónde estás? 

Me he escondido. Nadie sabe dónde estoy, ni siquiera se han dado cuenta de que me he ido. Allí fuera hay demasiada gente, cientos de personas que no conozco, ni quiero conocer. Entre sonrisas de complacencia se saludan, se estrechan la mano y se congratulan de sus logros. Hablan sin mirarse a los ojos, no se ven. Están demasiado preocupados "por el qué dirán". Me duelen las mandíbulas de fingir, de reír sin ganas con los ojos llenos de lágrimas por la impotencia, las ganas de escapar, de quitar los tacones y ese maldito vestido azul, y echar a correr. Pero no puedo. 

He dicho que iba a 'empolvarme la nariz' y subiendo las escaleras he desaparecido entre los cuadros de un largo pasillo hasta llegar allí, donde estaba ahora: una biblioteca sobria y elegante con una gran mesa en el centro y los libros dispuestos en grandes armarios de madera visibles a través de un vidrio casi opaco. Olvidados por el tiempo reposaban esperando que alguien abriera una de aquellas puertas y los ojeara, creo que se hubieran conformado de ser ojeados, de sentir unas manos cálidas sobre sus lomos y ser eso, simplemente ojeados. 


Me hubiera gustado satisfacerlos, pero no tenía ganas. Me he derrumbado sobre una vieja butaca colocada debajo de una de las ventanas con vistas a la calle. La única fuente de luz de la estancia eran los faroles anaranjados que iluminan el paseo fluvial y los focos de los coches que pasaban por debajo. De la fiesta del piso inferior no llega ni un solo ruido, es la calle con el murmullo de los pasantes y el tráfico a embriagar de sonidos las esquinas de esta habitación...


.... 


No se cuánto tiempo ha pasado desde que dije que me iba 'a empolvar la nariz' pero puede que mucho, los colores del tramonto han dado paso a una oscuridad total. Quizás hayan empezado a servir el catering, quien verá a todas aquellas señoronas pegadas a los canapés. 


Siento unos pasos, puede que sea otro explorador. Cada vez más cerca, está llamando a alguien: ¡Ana! ¡Ana! ¿Estás aquí? ¿Dónde estás? ¡Deja de jugar, nos estás preocupando! ¡Ana! Creo que alguien se ha enfadado...y es mi prometido. 


Él odia estas reuniones tanto como yo, pero no tiene narices para 

mandarlo todo al diablo, ni para ir a empolvárselas de vez en cuando...es un buen chico: guapo, simpático y uno de los abogados más destacados del despacho de los Villalona. ¡Una joya!- todas lo dicen, mis amigas lo adoran, para mi madre es un hijo y mi abuela lo ha adoptado como nieto mucho antes de que yo supiera que nos casaríamos, pero cuando le miro a los ojos veo la serenidad, la tranquilidad, y la confianza que me hacen tanta falta pero que no necesito. ¡Ni una pizca de fantasía, ni un destello de locura! No habrá escapadas a media noche, ni baños nocturnos en la playa, ni ciudades sin mapa.

Es hora de salir del refugio...

¡Estoy aquí! 


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nota mental: no dejar de escribir


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Un atardecer de terciopelo se refleja sobre un mar cansado de perseguir el viento. El susurro de las olas se adentra en los oídos, y se apodera de los sentidos. Trae noticias del otro lado, habla de piratas, de sueños encerrados en botellas de cristal, de vidas ahogadas y canciones de borrachos. Con su susurro cuenta y pregunta. Obliga a pensar. Quiere saber, a cambio de sus cuentos, quiere emociones. Las tuyas. Las de quien lo escucha y lo contempla. No da todo a cambio de nada. Quiere saber, 

¿y tú quien eres? 


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Cerezas


Una, dos, tres...cinco, cien. Y no me canso. Ciento uno, doscientas, mil. Y quiero siempre más. No me canso de su sabor, de su color rojo intenso. Si las fresas son sensuales, las cerezas lo son aún más. Dulces y frescas. Si Neruda las mencionó en uno de sus versos más famosos no es casualidad. Dos mil, dos mil quinientas...¿No hay más?

Me recuerdan a tus besos, frescos, intensos e imposible quedarse solo con uno. Tres mil...y no me canso. Ellas duran apenas dos meses al año ¿Y tú? No, no respondas. Ven.
Tres mil cien. 







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Secretos

- Ven, siéntate que te cuento un secreto. 
- ¡Qué!

su hermana, diez años mayor que ella, solía contarle sus historias, de las que normalmente no entendía ni la mitad. "Pablo me ha llamado", "Pablo ya no me llama", "Pablo me ha escrito por Whatsapp". Sobre lo que era eso de whatsapp y por qué a su hermana le importase tanto no tenía ni idea, pero de que Pablo era un 'imbécil' lo había entendido perfectamente a sus 7 años. 


- Te quiero contar un secreto que no debes decir a nadie. Ni a Pipina, ¿de acuerdo?

¿Ni a Pipina?, respondió la niña con los ojos brillantes por la emoción mirando a su muñeca. 
- Ni a Pipina... - Pipina ajena a todo, siguió con la misma expresión fija mirando al vacío, señal que Celeste interpretó como una aprobación, y asintiendo dijo: ¡De acuerdo!
La hermana mayor se acercó a ella y susurrándole al oído le contó el secreto. 



Cuando terminó el rostro de Celeste había cambiado radicalmente de expresión y sus ojos azules por un momento se quedaron sin luz. 





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Camino del sol


“Por ti iría al sol en sobre una bicicleta con ruedas de chocolate”. Es una declaración de amor con más de 50 años de historia. Una frase tímida, furtiva, escrita en un trozo de papel dirigida a mi abuela allá por los años cincuenta cuando trabajaba en la peluquería del Capitol, lo que es ahora el bar que lleva el nombre en la Calle Manuel Llaneza, que por aquel entonces era el Paseo José Antonio. 


No cuenta muchas historias, el de las batallas es mi abuelo. Quizás por eso cada vez que lo ha hecho se han quedado impresas en mi memoria y concretamente esa frase me ha hecho siempre soñar. No sé porqué, me he imaginado siempre a este joven mozuelo, pedaleando y sudando hacía el sol mientras las ruedas, a medida que se acercaba a la gran bola de fuego se consumían dejándolo suspendido en el vacío ¡él lo habría hecho por mi abuela! ¡Qué tipo! 

No recuerdo su nombre, ni siquiera sé si mi abuela me lo ha dicho alguna vez, pero a veces pienso en él. En cuanto sea fugaz el amor, casi como el chocolate en contacto con el calor. Mi abuela encontró a mi abuelo y el intrépido enamorado seguramente encontraría otra por la que viajar al sol, quizás en un coche de hielo. 



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Sueño





Sueño que sueñas conmigo. 

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¿Y tú, cuánto?





Sì. Estaba allí de nuevo delante a una taza humeante de café. Amaba el olor de aquel elixir excitante, pero odiaba su sabor. Sí. Cada mañana iba a la misma cafetería y se sentaba en el mismo sitio. Era un acuerdo tácito: todos sabían que aquel era su taburete. 



Lo consideraban un loco. Un tarado que cada mañana pedía una taza de cappuccino, la observaba escrupulosamente, se deleitaba del color, de la morbosidad de la espuma, pero no daba ni siquiera un sorbo. Veinte minutos después, dejando cinco euros en monedas sobre la mesa rectangular, se iba. ¡Qué tenga un buen día!, le decía a la camarera con desparpajo en el quicio de la puerta antes de desaparecer calle abajo.  



Aquella mañana era diferente. La camarera de siempre estaba ausente y ocupándose de la caja estaba un joven con el pelo alborotado que había empezado a trabajar como ayudante hacía unas semanas. ¡Por primera vez lo habían dejado solo con las cuentas! Estaba emocionado. Le habían advertido de la costumbre de “aquel viejo de dejar cinco euros en monedas sobre la barra por un cappuccino”, pero no pudo evitarlo. 



El anciano siguiendo su ritual, casi sagrado, dejó las monedas sobre la barra 20 minutos después de que le fuera servida la taza humeante. ¡Qué tenga un….! Espere! le interrumpió el joven. Sorprendido se volteó para observar de donde procedía aquella voz indiscreta. 




¿por qué lo hace? 

¿el qué? 

Venir aquí cada mañana, pedir un café y ni siquiera provarlo.  

… el anciano suspiró. 



El joven estaba demasiado agitado para parase: y sobre todo por qué deja cinco euros, ¡es más del doble de lo que realmente cuesta! 
… el anciano suspiró de nuevo y sonrió al ver como el pequeño inquisidor enrojecía por segundos.  ¿cuánto estaría dispuesto a pagar por la felicidad, jovenzuelo? le preguntó con un tono paternalista, y se fue…¡Que tenga un buen día! sin escuchar la respuesta del joven que esismismado observó como desaparecía calle arriba. 




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En un avión de papel 

A veces, quizás siempre, las mayores locuras no se hacen para demostrar algo a los demás, sino para demostrarnos a nosotros mismo que somos capaces de hacerlas. ¿Recuerdas cuando fui a buscarte al otro lado del océano en aquel avión hecho de papel para traerte conmigo y tú no quisiste venir? No lo hice por ti, sino por mí. Quería descubrir si tenía el valor suficiente para coger los mandos e iniciar el viaje. 



Cuando elegiste quedarte allí con tu nueva vida y tus proyectos de ultramar, no me enfadé. Creo que ni siquiera me importó. Despegué sin más, haciéndote un gesto de 'hasta la vista'. Fue en el aire, a la vuelta, con el viento a favor cuando me di cuenta de lo que había hecho...¡¡había llegado hasta allí siguiendo un impulso sobre un avión de papel!! Había superado un reto. El mío: vivir al día y lo seguiría haciendo contigo o sin ti. 





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"Creo que escribir es una especie de psicoanálisis. Porque, quiérase o no, se escribe lo que le sucede a uno, entonces en la mañana puede uno escribir lo que le sucedió en la noche o el día anterior. Y vaciarse de rencores, vaciarse de odios, decepciones y de traiciones también."

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Odio eterno al condicional 



"me gustaría haber ido", "tendría que haberte llamado", "habría querido decirte tantas cosas"... ¡Stop! Si hubieras querido, habrías llamado, habrías venido, y me lo habrías dicho... ¿o no? Yo, la reina del condicional. del sí pero no...quizás. igual sí...se ha cansado. La corona es demasiado pesada. ¡Qué dolor de cervicales! 


Desde hoy, domingo de ramos, en honor a la cultura popular, con un par de aceitunas en un plato, reniego del cargo y salgo ganando. Bienvenidos al nuevo reino: al del 'Sí' cuando es sí, y 'No' cuando es no. Al de 'estoy llegando', "Te llamo porque...", "Te he dicho alguna vez que..." Bienvenidos a la primavera de la vida, a la espontaneidad. 

Quiero compartir contigo mil momentos, no mil excusas. 
Quiero saber que estás ahí, quiero que sepas que no te espero, sino que 
te vengo a buscar. 


P.S: se habla en tiempo presente 
y se fantasea con el futuro. 


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Rosa di Bosco al Caffè della Pace (I). 



la mirada perdida, aire distraído, síntoma de una mente que viaje, vuela, va y vuelve. No se para, vive, reflexiona y escribe: hace vivir poemas. Filosofía, poesía. Sueño y pasión. La mirada perdida, sonrisa fingida a la que le gustaría ser carcajada. Pocas veces lo consigue. como en aquella ocasión delante de una infusión de rosa del bosque en el caffè della Pace. 

Delicadeza y fragilidad, en apariencia. Lo que cuenta es lo que calla, lo que transmiten sus textos, su mirada: la sustancia. Poseedora de una gran fuerza interior que se desprende de sus ojos claros que han visto caer las viejas dictaduras, han conocido la miseria y reconocido la felicidad al otro lado del mundo. No demuestra la edad que tiene, pocos dirían que hace más de una década que abandonó los cincuenta bajo las farolas de la plaza del Caffè della Pace, ¿Al fin y al cabo qué son los años? 

Viva. Chantal Mailland ve lo que ya nadie ve. Siente lo que nadie se atreve a confesar. Se le pone la piel de gallina con las cosas con las que ya nadie se emociona en el caffè della Pace. ¿Quién es este nadie que ha dejado de vivir? Todos y ninguno. Nadie representa los que ya no ven, no sienten, no escuchan: los muertos, los que no están vivos para vivir pero no están muertos para no existir. Ella, al contrario, existe. 

Se cuentan con los dedos los momentos en los que ríe, como aquella vez delante de una taza de rosa del bosque en el Caffè della Pace. Sonreía, de verdad, sonoramente, el azul celeste de sus ojos se volvía azabache envueltos en sus largas pestañas en una expresión que remarca las líneas del tiempo sobre su piel. 

Amargura y éxito, o eso dicen sus manos en el Caffè della Pace, bajo la atenta mirada de  la cúpula de Bramante. Observa interesada cada rincón de la ciudad, mientras la urbe la escruta desconfiada y temerosa de ser despojada de sus túnicas legendarias y puesta al descubierto: Chantal sería capaz de hacerlo y sin embargo, respetuosa, se deja envolver por el manto suave de la noche romana. 

Delante de una taza de rosa del bosque, que desprende perfume de menta, se sorprende, como ella sorprende al mundo con sus versos, se esperaba que la infusión fuera roja y no verde. Vive. Siente el fresco y la humedad de la ciudad caprichosa, que primero era fuego y poco a poco se convirtió en ceniza. Un cielo sin rubes, estrellado y con luna para arroparla en el Caffè della Pace. 

Anarquía, lucha y ritos zen. Recuerdos de la India y pensamiento griego. Ha matado a Platón en su último libro, sin usar una sola bala ni derramar una gota de sangre: solo palabras. Palabras vivas. A pesar de ello no se considera poeta. "Escribe como quien deja la luz encendida y duerme de pie sobre sí mismo para saldar las cuentas con el miedo". Escribe, escribe que "el infinito no existe, que es la sorpresa de los límites". 


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    Encuentros improbables
    Esperas el autobús, sin prisa. Sabes que antes o después pasará uno. Apoyada a la pared compruebas por novena vez en menos de dos minutos las novedades de Facebook. Nada. Una ojeada al correo: tres emails de publicidad y uno de un trabajo en Camboya. Veámos twitter: algún comentario ingenioso, un par de retweets...Tic tac. Tic tac. 

    Los minutos pasan y el bus no viene. ¡A ver si no pasa! Te pones en medio de la carretera comprobando ambas direcciones. Nunca se sabe. Cuando, de repente, aparece él. Apura las últimas caladas de un cigarrillo, con un paso particularmente decidido. Se está proximando. Se coloca a tu lado, saca un libro. No sabes por qué pero el corazón te va a mil. ¡Qué extraño! Continúas curioseando por las redes sociales... alzas la vista. Él está ahí, ha dejado de leer, te mira y sonríe. ("¡Pensará que soy una adicta!") Aún así miras a tu alrededor para comprobar que esa sonrisa realmente te pertenece. Efectivamente. Ahora, mirándote directamente a los ojos, te sonríe. Sí, a tí. Sin saberlo ya has perdido el autobús. Un encuentro fortuito, en un lugar improbable. 

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    Henri de Toulouse-Lautrec - "A letto, il bacio", 1892


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    Margarita
    Ella. Un campo lleno de margaritas y sin embargo, la mirada se queda congelada en una sola. Como por arte de magia las demás desaparecen a su alrededor. Un auténtico flechazo. Será que se mueve más graciosamente con el viento, que sus pétalos son más luminosos o que ni siquiera te ha visto, pero algo te obliga a quedarte allí contemplándola. 



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    La fiesta se acaba.

    Aún se escucha un hilo de música, pero los invitados hace tiempo que abandonaron la pista de baile: se charla y se fuma. Ella no. La han desilusionado tantas veces que prefiere no hablar. Escucha, o al menos eso parece. En realidad piensa en él, que ya no está. En si alguna vez estuvo realmente. Bebe. 
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    Ella contra el mundo
    Lo intentaba y realmente podría decirse lo había conseguido. Había pasado el tiempo, quizás demasiado. No pensaba en él. Escuchar su nombre no le producía ningún tipo de sensación. Había aprendido, como aconseja un viejo proverbio, a sonreír porque sucedió en lugar de llorar la pérdida.

    Recorría los mismo lugares que alguna vez habían sido de los dos y una mueca de satisfacción dibujaba una sonrisa (artificial). Había pasado mucho tiempo, quizás demasiado, pero finalmente se sentía fuerte, segura y un hambre de mundo se habría paso en su garganta.

    Pero bastaba un olor para desplomar su castillo de naipes. Vulnerable al recuerdo de su piel, se veía obligada a comenzar de nuevo cada vez que aquel perfume, una mezcla de cítricos y tabaco, se cruzaba en su camino. Era ella contra el mundo, era ella con el mundo. 

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A volte mi ritrovo a pensarti, a pensarci. Non a come eravamo ma a come sarebbe stato se non ci fossimo mai incontrati.  




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Ogni sera
    Ogni sera prima di andare a dormire appoggiava le sue paure e i suoi desideri più profondi sul comodino per prendere sonno. Una pratica che aveva imparato durante uno dei suoi ultimi viaggi in Oriente da un prestigioso maestro giapponese. Al risveglio, essi erano spariti ed al loro posto si trovava una rosa: fresca, colorata e profumata. 

    Le paure scomparivano mentre i sogni continuavano a crescere... 
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En casa de Lucas
    Ultimados los detalles, podía decirse que todo estaba listo para recibir a los invitados, quienes irán llegando poco a poco con puntualidad relativa. No eran frecuentes las ocasiones en las que conseguían reunirse, sino todos la mayor parte. Si no era el trabajo, eran los niños, sino la abuela, el cansancio... ponerse de acuerdo se había convertido en toda una empresa. Pero finalmente lo habían conseguido, después de dos meses de negociaciones habían fijado la fecha, la hora y el lugar. El primer sábado de mayo, a las 21.oo en casa de Lucas.

    Estaban casi todos: eran amigos desde la Universidad y sus vidas no habían cambiado demasiado desde la última vez. El mismo trabajo, algún ascenso, algún que otro despido, un par de críos... pero el presente en estas reuniones tenía poca importancia. Se reunían para hablar del pasado: Era un homenaje al recuerdo, a la juventud, a los sueños, en la mayor parte de los casos, no cumplidos.... una noche de complicidad que les hacía rejuvenecer al menos cinco años. Se sentían vivos. Todos, menos Lucas. Había querido organizar la fiesta con la esperanza de encontrarla, de volver a verla, de tenerla de nuevo sentada a su lado con el brazo alrededor del cuello, como le gustaba cogerlo cuando le tomaba el pelo (¡siempre!)... pero no había venido. En realidad se lo esperaba, la respuesta a su invitación, fue un simple: "Te lo confirmo". Fría. Él había invertido prácticamente una semana en escribir aquella invitación: no quería ser demasiado encantador, ni demasiado distante. Buscaba entrelazar aquellas malditas palabras en un modo irónico, como ella, pero a la vez cercano. Quería ser carismático pero no parecer desesperado. ¡Necesitaba verla! Una semana de trabajo que tuvo como resultado un mensaje bastante mediocre en el que parecía verdaderamente "idiota" que tuvo como respuesta: "Te lo confirmo". Ella era así. Esperaba siemore al ultimo momento. No llamaba nunca y mucho menos escribía: desaparecía y basta. El únicomo de encontrarla era buscarla... ¿Pero con qué excusa? ¡La fiesta!

    No confirmó. 
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Tatuaje
    La vida le tatuó la piel. La frente ajada por el paso de los años. Unos años en los que, sin duda había sido feliz: lo demostraban las arrugas prominentes alredor de su boca. Risueña. Había sabido atajar los problemas de frente, con más derrotas que victorias, pero siempre con una sonrisa. Soñadora. Había apostado contra el tiempo, y antes de que él incidiera sobre sus facciones, se tatuó el mapa de su vida entre las manos. 


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    Demasiado complicado
    No era amor. Nunca lo había sido. Era un deseo insaciable de pasar tiempo juntos, de mirarse a los ojos hasta desnudarse el alma. No era amor. Era un complicidad arrolladora. 
    "Espíritus libres", que simplemente se dejaban llevar por las emociones del momento. Nada de medías tintas, eran capaces de pasar del odio más irracional a una pasión desmedida, y viceversa.
    Sabían el material del que estaban hechos, en su ADN no figuraban palabras como amor o pareja, ni mucho menos el verbo enamorarse. Demasiado complicado. 
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    No rechaces los sueños por ser sueños

      No rechaces los sueños por ser sueños.
      Todos los sueños pueden
      Ser realidad, si el sueño no se acaba.
      La realidad es un sueño. Si soñamos
      Que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
      Lo que corre en los ríos no es un agua,
      Es un soñar, el agua, cristalino.
      La realidad disfraza
      Su propio sueño, y dice:
      "Yo soy el sol, los cielos, el amor".
      Pero nunca se va, nunca se pasa,
      Si fingimos creer que es más que un sueño.
      Y vivimos soñándola. Soñar
      Es el modo que el alma
      Tiene para que nunca se le escape
      Lo que se escaparía si dejamos
      De soñar que es verdad lo que no existe.
      Sólo muere
      Un amor que ha dejado de soñarse
      Hecho materia y que se busca en tierra.


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La innombrable. 

(((ttts tsss)))) 
tiene un mensaje nuevo: 
¿Cómo estás?  
o.O 

Era ella. Cada vez que sentía vibrar el teléfono esperaba que no fuera la innombrable. Después de una relación de algo más de un año en la que durante los últimos ella había hecho 'de su capa un sayo' sin preocuparse de él más de lo debido. 

Aún recordaba el día que decidió dejarlo. Fue delante de su casa, de la de ella. Una frase fría, cortante, mirándolo fijamente a los ojos. Parecía segura. Había tomado la decisión hacía tiempo. Había afilado sus armas y ese era el momento en el que había decidido clavarle la estocada: 

"Te dejo. No te quiero". 

Le parecía imposible que ella, su pequeña, fuera capaz de pronunciar aquellas palabras. Sus ojos no brillaban como la primera vez. Su expresión dulce, había desaparecido. Era árida, fría. Casi inhumana, y a pesar de todo era ella. Sinceramente sentía que el final estaba cerca. No reían como antes. Cada vez que estaban solos se perdían en las pantallas de sus smartphones, en realidad, era ella quien se aislaba delante de aquel maldita pantalla, de la que llegó a sentir celos. 

Habían pasado dos años, dos años en los que, a pesar de todo, de vez en cuando se intercambiaban algún mensaje, y no solo. Parecían necesitarse, ella parecía necesitarlo. Llamaba siempre que  él estaba bien, que había pasado página, -o eso creía. 

Y todo volvía a empezar. Volvían las risas y la complicidad. Los besos robados y los abrazos 'de oso'. Volvían, sí, pero por poco tiempo. Juraban amarse. Ella reconocía haberse equivocado en el pasado y pedía una oportunidad: 'La última', decía. Pero nunca lo era. Cuando menos se lo esperaba, ella ya no estaba. Algo, nunca había sabido realmente qué, la hacía cambiar de opinión y volvían las excusas. No más besos robados, no más abrazos, no más sonrisas. No más ella. No más los dos. 

Ella decidía siempre al último momento que las cosas no iban bien y él... cada vez que sentía vibrar el teléfono esperaba que no fuera la innombrable. 


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Amor.


Tengo miedo. Me aterroriza la idea de no llegar a conocerte. Me obsesiona el hecho de encontrarte y no reconocerte. Me angustia saber que quizás nunca te sienta lo suficientemente cerca para sentir tu respiración en mi nuca. No sé cómo eres, ni siquiera si realmente existes. Demuéstrame que no eres una fantasía.

Hazte visible. 
Acércate.
Susúrrame. 
Abrázame y 
no me dejes escapar, 
Amor. 



Por todas la veces que afirmé no creer en tí, por cada ocasión en la que admití que no te necesitaba, por todos los momentos en los que me dejé llevar por la pasión dejándote a un lado, te pido perdón.  Yo ya te he perdonado por cada una de las noches que lloré en tu nombre, las batallas perdidas y los saltos sin paracaídas. 
En paz. 
Ahora ven. 
No tengas miedo,
Acomódate y 
no te vayas, 
Amor. 

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QUEDA PROHIBIDO. Pablo Neruda.

Queda prohibido llorar sin aprender, 

levantarte un día sin saber que hacer, 
tener miedo a tus recuerdos.

Queda prohibido no sonreír a los problemas, 

no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, 
no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor, 

hacer que alguien pague tus deudas y el mal humor. 
Queda prohibido dejar a tus amigos, 
no intentar comprender lo que vivieron juntos, 
llamarles solo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tú ante la gente, 

fingir ante las personas que no te importan, 
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden, 
olvidar a toda la gente que te quiere. 

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo, 

no creer en Dios y hacer tu destino, 
tener miedo a la vida y a sus compromisos, 
no vivir cada día como si fuera un ultimo suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte, 

olvidar sus ojos, su risa, todo porque sus caminos han dejado de abrazarse, 
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas, 

pensar que sus vidas valen mas que la tuya, 
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.

Queda prohibido no crear tu historia, 

no tener un momento para la gente que te necesita, 
no comprender que lo que la vida te da, 
también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad, 

no vivir tu vida con una actitud positiva, 
no pensar en que podemos ser mejores, 
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.


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    Si te lo repito...
    Si te repito cada día que sigo soñando aún cuando me despierto; que no he perdido la esperanza de encontrar lo que todavía no sé qué busco, no es que quiera aturdirte o convencerte de que tener sueños es una buena forma de vivir. Al contrario, tú puedes quedarte en tu mundo gris, donde los sueños acaban con la alarma de despertador.

    Te lo repito cada día es porque tengo miedo. Tengo un miedo terrible a olvidarme de mis sueños, a perder la esperanza, a olvidarme de vivir soñando. Repetirlos es solo la confirmación de que siguen estando ahí. Si algún dejo de hacerlo, no pienses que es una señal de madurez, será simplemente la materialización de mi temor más profundo: me habré rendido. 


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Hacer planes, no planear


Había marcado con un bolígrafo rojo aquella cita hacía semanas en su agenda, lo que no significaba necesariamente que asistiese pero sí su interés en hacerlo. Un gran círculo rojo rodeaba la fecha: 15 de abril, día en el que se celebraría la Jornada Internacional del Arte. No había sido invitata directamente a la ‘Grande Mostra’ que tendría lugar en el Museo Pompidou, pero alguien de su confianza le había dado el chivatazo: 'Entrada libre’ (sus dos palabras preferidas). Rojo de alerta: tenía que recordar e ese día, no hacer planes y ¡participar!

¿Era realmente interesada solo al arte? ¡No! Detrás de toda aquella euforia y entusiasmo se escondía algo más. No era la simple emoción de una apasionada del Arte Moderno. Había algo más, mucho más. Él estaría allí. Había pasado casi un mes de la última vez que se habían visto. Tiempo en el que se habían intercambiado algún que otro mensaje, pero ni siquiera una llamada. ¿Cómo sería encontrarlo de nuevo? Estaba aterrada y a la vez se moría de ganas. Sin darse cuenta había dejado pasar demasiado tiempo sin saber de él. 

Llegó en riguroso ritardo, como ella solía hacer. Siempre tarde y a la carrera. Enfundada en un vestido verde de esos que quitan el hipo y a ella la respiración. Entró sin problemas, la cola se había disipado hace tiempo y todos los interesados estaban ya dentro. ¡Había llegado! Respiró hondo y caminó hasta la sala en la que en la que estaba teniendo lugar la presentación del evento. Se asomó, ni un sitio libre, le tocaría estar de pie pero no era la única. Él también estaba en pie, apoyado al quicio de la puerta. Desaliñado y extrañamente

elegante. No la veía, parecía ensimismado escuchando al orador. ¿Y ahora? ¡Saludo! ¡No, mejor no! ¡Me acerco solo y saludo después! Mientras pensaba en como actuar se fue acercando poco a poco. Antes de que llegara a tocarle la espalda, ya se había girado: ¿Qué haces aquí? 
La respuesta fue una sonrisa de oreja a oreja. 

Fue suficiente el roce de sus manos en un gesto furtivo para que un escalofrío recorriera su cuerpo y decidiera quedarse más del previsto, mucho más. 


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The time is now... 


Rojo, así se volvían sus mejillas cada vez que se miraba al espejo: ¿Quién era? No ella, desde luego. Se había convertido en el tipo de persona que había despreciado toda su vida: una mujer de palabras vacías, risas fingidas y cínica. Mucho. ¡No era ella! Una vez había sido guerrera, una mujer de acción, llena de ideas y con un sueño. Uno que creía perdido pero que, después de aquel intercambio de miradas con un reflejo que no reconocía como suyo, estaba a punto de recuperar… 



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    Entre las sábanas
    Él se había ido con las primeras luces del alba mientras ella aún dormía profundamente. Cuando se despertó ya no estaba, solamente quedaba su olor entre las sábanas... 



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Neruda


Puedo escribir los versos más tristes esta noche... Neruda, siempre Neruda. Cada vez que recordaba los momentos que habían pasado juntos. Neruda. Cada vez que sentía el olor de su perfume. Neruda. Cada vez que sentía esa melodía. Neruda. Cada noche repasaba los versos de Neruda: 20 poemas de amor y una canción desesperada. 

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo lo quise y él, a veces también me quiso". No sabía si era cierto estaba segura de que nunca la había amado realmente pero la idea de haber sido querida, al menos, a momentos la consolaba. ¡Valiente consuelo! Lo echaba de menos, era evidente, pero no daría jamás un paso atrás. Solo indiferencia. El hecho de que él hubiera tomado una decisión mucho antes de que ella fuera consciente de que existiera un verdadero dilema, la hacían sentirse... sentirse estúpida. Y continuaba a repasar los versos del poema XX... En Neruda encontraba un compañero. Uno que había sabido expresar en a penas unas líneas la indecisión, la desilusión, el desengaño y la incerteza de una historia que ya no forma parte de su presente pero que indudablemente condicionará su futuro: "Ya no lo quiero, es cierto, pero tal vez lo quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido".  


El final seguía sorprendiéndola aunque se sabía de memoria cada coma, la determinación hecha verso, la seguridad del herido que, harto de juegos y de medias verdades dice basta: "Aunque éste sea el último dolor que él me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo". 



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Una caricia....

Una caricia. Solo una, había servido para comprender que el amor existía, también para él. Acostumbrado a jugar con corazones ajenos, sin apostar demasiado para no perder el suyo, estaba a punto de dejarse llevar sin reservas: ¿Miedo? ¡No, terror! Terror a no controlar la situación... a no ganar. Nunca había perdido a nada, ni siquiera de niño con las canicas... y, por primera vez, estaba dispuesto a jugársela y perder...Por ella: por sus ojos grises y sus carcajadas sonoras... Un todo o nada, que le llevaría a la destrucción o a la felicidad...




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un mayo cualquiera

Fue en un mes de mayo. Uno de esos mayos de los que halan los poetas. La primevera brillaba en mil colores pero el viento frío, ajeno a la estación, soplaba con ímpetu. Quizás fuese el olor a tierra mojada, el ruido de los coches al pasar sobre los charcos o lo perdida que se sentía en aquella ciudad inmensa pero fue en aquel momento, en aquel mes de mayo de un año que ya no podía recordar, cuando se encontró así misma. No podía decir la fecha con precisión, sin embargo era capaz de describir a la perfección cómo el viento, ese viento de mayo, la hizo estremecer. Miró a su alrededor y tuvo miedo: no era como ella creía ser, ni siquiera como le habían dicho que era. Era otra. Una distinta. ¿Quién?



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En cada reencuentro...

cuánto le gustaba apoyarse suavemente sobre su hombro, cerrar los ojos y respirar su perfume... 



Paperman. 



Paperman di videobash




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Prospettiva da "Due punti" - Wisława Szymborska


Si sono incrociati come estranei,
senza un gesto o una parola,
lei diretta al negozio,
lui alla sua auto.

Forse smarriti
O distratti
O immemori
Di essersi, per un breve attimo,
amati per sempre
.

D'altronde nessuna garanzia
Che fossero loro.
Sì, forse, da lontano,
ma da vicino niente affatto.

Li ho visti dalla finestra
E chi guarda dall'alto
Sbaglia più facilmente.

Lei è sparita dietro la porta a vetri,
lui si è messo al volante
ed è partito in fretta.
Cioè, come se nulla fosse accaduto,
anche se è accaduto
.

E io, solo per un istante
Certa di quel che ho visto,
cerco di persuadere Voi, Lettori,
con brevi versi occasionali
quanto triste è stato.


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Ni un 'te amo'


De la mano, pero unidos únicamente por los meñiques. No era algo nuevo para ellos, las primeras veces no formaban parte de sus conversaciones. Ya habían perdido antes la cabeza por amor, por otros amores. Ya habían derramado lágrimas por desilusiones pasadas. Ya habían reído a carcajadas y tocado el cielo en habitaciones a oscuras con otras personas. Habían regalado flores, y recibido bombones. Habían compartido su intimidad con otros antes, les habían roto el corazón y alguien ya había intentado curarlo sin obtener grandes resultados. No sentían, o al menos así lo hacían creer, antes de encontrarse. 

Era un sí pero no. En dos dos años de relación nunca se habían dicho ‘te amo’, ¿no lo sentían? ¿no se querían lo suficiente? ¡Todo lo contrario! El miedo a que la magia que habían creado pueda desvanecerse les hacía quedarse callados. Él lo sabía. Ella también. Se habían cosido el corazón con ternura, comprensión y una pasión sin precedentes. El primer encuentro fue casual, como no, pero hubo una chispa. Una centella que con el paso del tiempo se convertiría en un fuego indistinguible. 

Reían a carcajadas, pero no como antes: de verdad. Compartían su intimidad, no como antes: sin reservas. Acostumbrados a no esperar nada, a no creer en nada  se encontraban entregados a un amor arrollador que no buscaban. Se necesitaban, pero no dependían el uno del otro. Eran cómplices en un viaje sin retorno. De la mano, pero unidos únicamente por los meñiques se transmitían la fuerza necesaria para seguir adelante, juntos. 






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Isabel Allende: De Amor y De Sombra. 


“El ardor de ese beso no los abandonó en muchos días y llenó de fantasmas delicados sus noches, dejando su recuerdo en la piel, como una quemadura. La alegría de ese encuentro los transportaba levitando por la calle, los impulsaba a reír sin causa aparente, los despertaba sobresaltados en la mitad de un sueño. Se tocaban los labios con las puntas de los dedos y evocaban exactamente la forma de la boca del otro.” 






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Lo confieso. 


Lo reconozco: vivo de recuerdos, de promesas incumplidas y sueños robados. Vivo de frases de perdón nunca pronunciadas y despedidas jamás producidas. Vivo de palabras, de las mías, y no de hechos, de los tuyos. Siempre jugando entre posibilidades y, nunca luchando por certezas. 


Viviría, sin embargo, en el perfume de tu camisa, en la marca de carmín sobre tus labios. Viviría sin despedirme, arropada con tus palabras y hechizada por tu voz. Viviría en el cielo de tus ojos, sobre sus largas pestañas, prisionera de tu mirada. 


Condicional y presente. Presente y condicional: parecen opuestos, pero son tan inciertos como iguales. Siempre, nunca, quizás y a veces.  


...




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Happiness. 







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18.12


Roma- Viterbo. 
Un tren con destino sus ojos, en eso se convirtió. Ninguno habló, pero con la mirada se lo dijeron todo. A cuatro paradas de su destino sus pupilas se cruzaron. Una vez. Casualidad. Dos veces. ¿Casualidad? Tres, cuatro veces…a aquel punto habían empezado a hablar sin decir una sola palabra. Un rubor en sus mejillas y un escalofrío que le recorrió la piel confirmaron la atracción. Era tan obvio, ¿cómo hacían los demás a no darse cuenta? ¡Deberían haberse apartado para dejar que se acercaran! 

A diez pasos de distancia y sin decir una sola palabra habían conseguido capturarse el alma. Él no se bajó en su parada. Era una droga. No podía dejar de mirarla. Era un lenguaje no verbal cargado de sensualidad- Íntimo- que se vio interrumpido cuando ella dio media vuelta y colocándose de espaldas a él lo observaba a través del cristal- seguía mirándola-. Era capaz de sentir su respiración pausada. De nuevo un escalofrío. La próxima parada era la suya. Tenía que bajar y él no podía acompañarla. Le hubiera gustado hablarle, que la rodeare con sus brazos, pero en la estación había alguien esperándola. Alguien a quien los años habían hecho querer, pero nunca amar. 

Negó con la cabeza muy sutilmente y se bajó dejando atrás a aquel desconocido que por un momento la había hecho sentirse viva. Con el corazón acelerado, suspiró profundamente y continuó su camino. Entraría a formar parte de sus sueños. De esos sueños prohibidos que una mujer casada no debería tener. 



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VETE. 


Mírame. Soy yo. Aquella con la que compartías el sueño de un futuro feliz. Aquella que una vez te juró amor eterno bajo la luz de una farola.  

Era yo, ¿recuerdas? Aquella que se fue sin decir adiós, que salió de tu vida sin cerrar la puerta porque al volver quería encontrársela abierta. ¡Qué egoísta! 
Soy yo. Mírame. Sin el brillo en la mirada y algún año más sabia.  Con ganas y sin fuerzas. Quiero quererte. No, quiero que me quieras. Yo no he dejado de hacerlo y de castigarme por haberte perdido. Por no haber sabido tenerte a mi lado. Con las  manos en los bolsillos escondo, así, mis puños cerrados. Te pido que me mires. Que me mires a los ojos y me digas que me vaya. 

¡Vete!

Lo hizo: me echó de su vida. Una oleada de rabia, angustia y una fuerte tristeza invadió mi cuerpo. En su mirada no había amor, ni siquiera odio: solo indiferencia. Una fría indiferencia que me congeló el alma. Me di media vuelta e como llegué, me fui. Sin pedir explicaciones, sin lamentos, y sin ruegos. Era la confirmación de un miedo, de un grandísimo terror que yo sola me había buscado. No fue él a echarme de su vida, de su futuro; fui yo la que una mañana de abril algún año antes decidió huir sin mirar atrás y ese era mi merecido: 

¡Y no vuelvas! 

Añadió con voz firme después de unos segundos, que a mí me parecieron horas. Después el silencio. 





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No sabía que le hacía sentirse más estúpida, si el hecho de que él hubiera abandonado el barco llevándose el timón o saber que ella seguía inmóvil en aquella maldita embarcación a la deriva. 





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'Il mare delle fragole' di Guido Mazzolini


Ti auguro di trovare il mare delle fragole, il mondo perfetto, quello dove tutto è comprensibile ed anche il mistero diventa desiderio e sogno. Quello che meritiamo, quel poco di felicità che ci manca, il posto dove sentirsi meno imprecisi e incompleti. Quello è il mare delle fragole ed io sarò seduto ad aspettarti con il mio vestito migliore e senza scarpe, perché quando verrà quel giorno il mare delle fragole l'avrò trovato anch'io. È incredibile, forse anche puerile e un po' imbecille, ma...







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Viento de poniente. 


El viento de poniente despeinaba su pelo ensortijado. Un cruce de miradas tan fugaz como el tímido destello de una estrella al amanecer, pero ese instante fue suficiente para que estuviera todo el santo día con aquella risilla nerviosa y un extraño brillo en los ojos. 


Ni siquiera pudo verle con claridad. El viento de poniente había hecho que pudiera solamente atisbar la forma almendrada de sus ojos, pero ni siquiera el color…Quizás eran azules, ¿o eran verdes? Estaba convencida, sin embargo, que sería capaz de reconocerlos si se los volviera a encontrar. 




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Bacio alla menta


Caliente, fresco y totalmente inesperado. Èl era uno de esos que se van a dormir con la llegada de las primeras estrellas. Era límpido y directo como las noches de luna llena. Un hombre de mundo. Bastaba una mirada suya para hacerla enrojecer. Perdonad... ¿Quién es esta 'ella'? Una de esas que se van a la cama con las primeras estrellas, pero a las que Morfeo siempre hace esperar. Pragmática como la luna y amiga incondicional de los rodeos. Una chiquilla de mundos, de los suyos. Bastaba una mueca suya para hacerlo sonreír.


Los opuestos se atraen. Quizás fuera química o simplemente tozudez. Era un '¿por qué te tuve que encontrar?', que se respondía con un 'menos mal que estabas allí'. No fue una historia fácil, ni siquiera una historia real, eran dos soñadores. Dos equilibristas sin miedo a caer pero siempre preparados para levantarse. Dos personas que se encontraron sin querer pero necesitaban encontrarse.







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¡Hey! 

Se había hecho de noche. Estaba oscuro y el silencio invadía las calles. Las aceras brillaban incesantes al reflejo de la luz de las farolas en las gotas de lluvia que habían quedado prisioneras sobre el pavimento. Un viento gélido le susurraba al oído que tenía que ir: ‘vete’, le repetía una y otra vez el céfiro que soplaba con fuerza.

‘Tengo que ir’- se dijo antes de salir corriendo-. Era el momento de embarcarse en una nueva aventura, de desprenderse de sus viejas convicciones y luchar por aquello en lo que creía. Siempre había sido un tipo con ideales, ideales de despacho, ahora era el momento de sacarlos del cajón, desempolvarlos y ponerlos en marcha. La lluvia, sin saberlo, e
staba marcando el fin de una época. Llovía cuando la conoció (sí, siempre hay un porqué con largas piernas, boca de piñón y cintura de avispa) y llovía cuando volvió a encontrarla. Se conocieron en el momento ‘injusto’. Él estaba a punto de irse a Nueva York con una de esas becas que no se pueden rechazar, sobre todo porque nunca había sido un lumbrera y todavía no entendía cómo había sido el ganador de dicho premio. (Nunca llegó a saber que su padre, uno de esos peces gordos, tuvo algo que ver.) Su vida siempre había estado condicionada pero en un modo tan sutil que creía de estar eligiendo por sí mismo. Y precisamente allí estaba, esperando el taxi que le llevaría al aeropuerto para coger un avión hacia ‘La ciudad que nunca duerme' porque él quería. ¿Y ella? Simplemente pasaba por allí. Llovía a cántaros y la parada de taxis ofrecía un frío, pero seco banco y la posibilidad de resguardarse de la incesante lluvia. Nunca llevaba paraguas y apareció en la vida de…(¡Todavía no le habíamos puesto nombre!) Jacques como un auténtico vendaval. Sonriente y pingando. No fueron más de diez minutos los que pasaron debajo de aquella marquesina en la que repicaban las gotas de lluvia. Un martilleo constante, que desde aquel momento no se pudo quitar de la cabeza. 10 minutos bastaron para renunciar a New York y a una beca millonaria, o eso le hubiera gustado a él. En realidad no llegaron a hablar, solo cruzaban miradas tímidas e intermitentes y cuando escampó ella se fue. 


Vuelo regular. Llegada a NYC. Coche en la puerta, destino ‘su carrera’. Buenos amigos. Romances de barra. Vuelta a París. 



Más de cinco años habían pasado desde que se hubiera ido de la Ciudad de las Luces. Había estado demasiado ocupado para una escapada transoceánica. pero en todo ese tiempo no había dejado de escuchar ni un solo día el martilleo de la lluvia sobre el cristal de la marquesina. No sabía quién era aquella chica. Si estaba casada o qué hacía con su vida además de no usar paraguas. Largas piernas, cintura de avispa y boquita de piñón pero parecía totalmente ajena a su belleza. Tranquila, serena bajo la lluvia que empañaba sus lentes de contacto. ¿Sería miope? Recordaba haber leído su nombre sobre la carpeta que custodiaba entre los brazos… Claire. Nada más. 


Empezó a llover. Esta vez era él quien no tenía paraguas y se echó a reír. Buscó refugio en la cafetería más cercana. Un café bien caliente le sentaría bien. Era uno de esos cafés parisinos a los que el siglo XXI había llegado en el último momento y disponía de conexión wifi. Hizo una mueca de disgusto al ver los Macs sobre las mesas ‘ottocentesche' que decoraban el local. Todo estaba en silencio, además del repiqueteo de los teclados que batían al unísono…¡Quizás estén escribiendo su novela! ¡¿Qué pensaría Ernest Hemingway?! Y su mueca de disgusto se transformó en una sonrisa de complicidad. Una de esas de medio lado. 


El camarero, demasiado ocupado explicando la variedad de azúcares de los que disponía la cafetería a una jovencísima estudiante danesa, no le hizo ni caso. Solamente una mirada de soslayo, que indicaba un ‘estoy ocupado. ¿No lo ves?’. Mientras aquel hombre conquistaba las tierras del norte, tuvo tiempo para observar el lugar con más detenimiento. Fuera llovía a cántaros y no se le pasaba ni remotamente por la cabeza cambiar de sitio. A pesar de haber crecido entre las callejuelas de Montmatre era la primera vez que entraba en aquel local más próximo al kitsch que al neoclasicismo que pretendía imitar. Joven con ordenador, ordenador con joven. Espejo. Lampara de araña. Una grupo de viejecitas que despelleja al vecindario entre risotadas y sorbos cortos de té. Espejo. Espacio vacío.


Una chica con ordenador. Espejo. Chica leyendo un libro. Dos elegantes señores que hablan con despreocupación de sus cuentas en Suiza. Otros un poquito más allá que comentaban las últimas elecciones, otros que…¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! retrocedió con la mirada, buscando a la chica del libro. ¿Dónde está? ¿Era ella? ¡No, no puede ser…! - balbuceó para sí. 


La busco con los ojos febriles, ¿dónde se había marchado? Una panorámica completa del local…no estaba allí. ¿O sí? Cuando pensaba que era su vista la que le jugaba una mala pasada, la encontró. Estaba saliendo cogiendo su paraguas para salir fuera, bajo la lluvia. ¡Era ella. Habría reconocido aquel perfil entre un millón! Taquicardia. ¿Y ahora? 


Nunca había estado tan convencido de que lo que estaba haciendo era una locura. ¿Se acordaría de él? Pero a la vez sentía en lo más profundo de su ser que debía hacerlo. Quería y necesitaba hacerlo. Salió corriendo como alma que lleva el diablo, nadie en el bar se dio cuenta de su prisa a pesar de que casi tira el taburete aterciopelado sobre el que se había apoyado. Nadie, solamente el camarero y su mirada desaprobadora. Pero en este momento tampoco se movió. Seguía con su clase magistral sobre el azúcar de caña. 

Salió corriendo. Estaba ya fuera. Se paró un momento y ordenó sus ideas. ¿Qué le diría? ¡No quería parecer un imbécil pero como no hacerlo…estaba a punto de hablar con Claire, la chica de la marquesina, cinco años después…Su cerebro estaba a punto de estallar…caminaba más despacio detrás de ella…pero no sabía que decir. Un semáforo en rojo. Se paró. Él también. Era su momento. Había pensado todo un discurso sobre la belleza, las casualidades, el destino durante aquella pequeña persecución de dos minutos. Abrió la boca, justo cuando ella se volteó curiosa para mirarlo. Lo único que se le ocurrió fue un: 


¡Hey!




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A veces el sentimiento no basta...


Otoño del '85. 

Resfriada y con los exámenes a la vuelta de la esquina, Victoria decidió quedarse en casa. Era una de esas tardes de noviembre en las que el tiempo no quiere dar tregua. Desde el ventanal de su cuarto observaba los nubarrones negros que desde el horizonte se acercaban impulsados por el viento a toda velocidad amenazando tormenta. "Estarán al menos a 50km", pensó y haciendo un cálculo veloz sentenció que en "cinco minutos" habrían cubierto el cielo y descargarían sobre el barrio.

Mientras se concentraba en las inclmencias meteorológicas y la velocidad del viento, en el jardín contiguo estaba Lula. Su vecina. Dos año mayor que ella. No estaba sola, nunca lo estaba. Sus padres, viajaban mucho y rara vez estaban en casa por lo que ella buscaba compañía en los chicos de la manzana. Victoria comenzó a hacer sus cálculos: "Si cada manzana tiene cinco casas y por cada una hay al menos dos hermanos... ¡En poco tiempo tendrá que cambiar de barrio!"- penso con una mueca de tristeza. No la envidiaba. Su idea del amor era otra.

Seguía observando por la ventana, esperando el diluvio cuando detrás de ella sitió los pasos de su abuela. Tenía la puerta abierta y sin voltearse se la imaginó apoyada en el quicio esperando una señal para pasar. Antes de que pudiera decir un sola palabra, y todavía con la mirada perdida en el cielo le preguntó: "¿Te has enamorado alguna vez, abuela?" "Sí. Una sola"- respondió sin pensarlo demasiado. "¿Del abuelo?" Empezó a llover y en ese momento se dió la vuelta. Estaba en el quicio con las manos enlazadas. Sus miradas se cruzaron. "Claro que sí, pequeña". Y entró en la habitación colocándose junto a la niña a observar el temporal. Se abrazaron.

¿Cómo explicarle a su nieta que únicamente había sentido el amor, el verdadero amor, cuando tenía su edad y aún no había conocido al abuelo? Era demasiado joven para entender que a veces el sentimiento no basta. Tenía que dejarla soñar, "es pronto, todavía no" susurró y la abrazó aún más fuerte.

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A
zul Mundo



Siempre había considerado la búsqueda del Príncipe Azul algo absurdo. No porque no existieran, (¡sabía que en alguna parte existían!) sino porque, al contrario que el resto de las comunes mortales, las expectativas hacía Don Perfecto eran bastante escasas. Seamos realistas, un tipo monocromático tiene todas las paletas de ser monotemático y monótono. Sobre todo monótono y ella odiaba la monotonía casi tanto como adoraba el azul.

Y allí estaba él. En momento oportununo en el lugar apropiado dispuesto a destrozar todas sus teorías sobre "El Hombre Monocromático". Camisa azul claro, pantalones azul oscuro, buen porte y sonrisa de medio lado. Un Adonis más... ¿o no?

Fue suficiente un cruce de miradas. El destello azul de aquella mirada felina la dejó petrificada. Nunca había visto una azul tan nítido. En aquellos ojos se reflejaba el mundo. Un color nunca visto para el que crearía un nombre: Azul Mundo. Desde aquel momento, su color favorito.


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De heroe a poeta... 


De él había aprendido dos cosas:Para empezar a bajar las persianas de su habitación cuando decidían atascarse. Una habilidad de la que se sentía particularmente orgullosa, y que había adquirido después de un llamada desesperada: "¡Dime que eres un manitas!" Por suerte para ella, lo era. 


Y en segundo lugar, por paradójico que pueda parecer, a ser independiente; a fiarse solamente de ella misma. Había creído durante demasiado tiempo en sus palabras vacías y tomado por doctrina cada una de sus vagas afirmaciones construidas sobre un condicional. De heroe, uno de esos que te socorre cuando estas en apuros; a poeta, uno de esos que te cuenta cómo le habría gustado salvarte.   




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Si la quieres encontrar, búscala, aún sabiendo que quizás ya no esté.
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No te engañes. Nunca lo es...



¡Esta es la última vez! ¡HA! Quizás sea la frase más utilizada y desvalorizada del mundo mundial. Sirve para todo y nunca, o muy raramente se lleva a la práctica. "Es la última vez que me compro una falda sin probarla". Vale, esta vez no te ha salido bien. La talla era la tuya, al menos eso parecía, pero al llegar a casa descubres que no te está precisamente bien: demasiado justa... Respiras hondo, metes barriga, te pones de perfil, de frente... ¡Nada! Y te repites que será la última vez, seguramente hasta que lleguen las rebajas y viendo una cola kilómetrica de féminas al borde de una ataque de nervios decidas coger una bola de ropa y llevártela a casa sin probarla. ¡Total, se puede descambiar! ¡Y lo habrás vuelto a hacer

Pero, ¿qué decís de "Es la última vez que..." en una relación? La cosa se complica bastante. No basta con probar y descambiar. La implicación va más allá de extenderle la tarjeta de crédito a un dependiente. Normamente en lugar de una Visa, intercambiamos una parte de nosotros mismos. Dónde el cambio no está permitido. Una vez que das el corazón, no hay vuelta atrás. O mejor dicho: hay vuelta atrás pero con secuelas. Puede que te lo devuelvan un poco deshilachado, o sin un botón. 

De todas maneras, cada vez que una relación no sale bien te repites las mismas frases: "Es la última vez que me dejo llevar"; "Es la última vez que me engañan"; o incluso, "Es la última vez que me enamoro" (¡Pobre ingenua!). Puedes repetirlas hasta la saciedad, puede que incluso llegues a creértelo. Pero después de ese tiempo para tí misma, de haber disfrutado de una soledad más que merecida, de haber utilizado tu feminidad como mejor te parece (un poco por aquí, un poco por allí), aparecerá ese "Uno", que te hará cambiar de opinión. "Él no es como lo demás", te dirás. Y es posible que él sea el definitivo, pero puede que sea otro más. Y en ese caso habrás vuelto a hacerlo. Te habrás dejado llevar, como haces siempre. 


"Es la última vez que pierdo la cabeza". Tesoro, ¿dónde estará ya? Hace tiempo que abandonó su plaza sobre los hombros. Aún así piensas ue la recuperarás tarde o temprano. "Es la última vez que le soy infiel", seamos sinceras, por motivos más que dispares y quizás más mezquinos, pero nosotras no siempre somos de fiar y de vez en cuando echamos una canita al aire. "Es la última vez. No se lo merece". Por desgracias, si lo has hecho una vez, muy probablemente lo harás de nuevo. Quizás objetivamente sabes que no se lo merece, pero en tu mente la posibilidad que él ya lo haya hecho, lo haga o te pueda traicionar, aunque no carnalmente, te hacen reaccionar de un modo preventivo. Será la última vez, hasta que sientas esa inseguridad paranoide, y entonces ¡lo habás vuelto a hacer!

El hombres es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra,
lo que nos lleva a otro dicho:
"no hay dos sin tres". 


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Tipología... 

Me gusta observar. Observa el mundo, las cosas y, como no, las personas. Sus compostamientos, cómo gesticulan, no lo hago siempre, ni siquiera con la gente que conozco (¡podeís estar tranquilos!). Es simplemente un vestazo, una primera impresión de la gente que pasa. Una ilusión, un eprcepción demsiado banal pero que podría servir para hacer toda una historia. Teniendo en cuenta cuánto es grande esta ciudad, entenderéis que a lo largo del día, uno se encuentre con todo tipo de personas: los solitarios, el business man, los que van en familia, los que van en pareja...

Y precisamente son las parejas las que concentran en la mayoría de los casos mi atención.  
No como si fueran ejemplares esóticos y extravagante, sino como el resultado de algo estraordinario: dos personas, que en algún momento de su vida eran completamente ajenas, pero un buen día se encuentran y por algún motivo, o quizás miles, deciden pasar tiempo juntas. Después de meses de  modesta y fugaz observación, en el fondo soy una socióloga frustrada (xD), aún me sigo maravillando con la multiplicidad y a la vez similitud de los personajes a prencindir de su nacionalidad. 


Los primeros que se individuan son los que forman 1)la pareja modelo, no porque su comportamiento fuera excepcional, más bien porque parecen sacados de la última campaña de Armani. Ella estupenda, con estilo, taconazos y perfectamente maquillada; él, por su parte un auténtico Ken engominado. Siempre de la mano, con tendencia a no hablarse, se limitan a pasear por el centro con el móvil en la mano que tienen libre. ¡Que diversión! Pueden considerarse una publicidad, no solamente porque llevan todos sus complementos de firma, también por la falta de movimiento y de expresión. Una pareja que sale siempre monísima en las foto.

Si los anteriores pueden parecer demasiado fríos, estos son demasiado templados: 2)los pasionales. Son esas parejas que no hablan, se comunican a besos de tornillo, en los autobuses, en el metro, en el museo, por la calle, en una tienda, esperando un helado, mientras se lo comen... ¡No hay tregua! Con una lengua a prueba de bomba dan rienda suelta a su pasión en cualquier rincón. 

Después encuentraríamos 3) los dulces, que apuestan por los besos tímidos, a medias y h
acen subir los niveles de glucosa solo viéndolos. Se miran a los ojos, pasean por los parques, hablan poco o mucho, según el día. Se abrazan, se besan, se dicen frasecillas al oído y ríen nerviosamente. Normalmente esto sucede en las primeras etapas de la relación, y sobre todo a una edad temprana. Aunque últimamente las parejas over60 no escapan de estos comportamientos, considerados, juveniles. No he entendido si llevan haciéndolo toda la vida, o es que se acaban de conocer en el viaje organizado. El tema es que un año arriba, dos abajo, son extremadamente cariñosos y viven en su nube particular. El mundo es solo suyo, no existe nada más. Evitan comer nubes de algodón, por eso de no caer en el exceso....


 Le sigue 4)los Cool, ambos son estupendos y tienen una química que se transmite  en la forma de moverse, de vestirse. Tienen el mismo estiluo, comparten gustos musicales, tatuajes...  pero la complicidad se transmite sobre todo en los gestos, en las muestras de cariño. Normalmente son parejas tranquilas, salen en grupo, comparten amigos... Se complementan, se gustan, y se entienden a la perfección. 

A continuación podríamos diferenciar 5) los Happy, esos que están siempre riendo, haciéndose bromas. El físico no es importante. Basta que están juntos, ríen y lo pasan bien. Se les distingue  por sus carcajadas, gestos y sus conversaciones estrañas; se inventan historias, están totalmente fuera de la realidad. La complicidad, las ganas y el bienestar se transmite en cada uno de sus poros. Pueden ir de la mano, o dándose empujones. 

En el lado opuesto encontramos 6) los cascarrabias, aquí el papel se puede alternar. Unas veces es él, quien es demasiado arrogante para admitir que se ha equivocado y otras veces es ella a povonearse asegurando tener razón. Se tiran los móviles, se cogen del brazo, fruncen el ceño, y con sus muecas y gritos dejan bien claro a todo el mundo que están discutiendo. ¡Sin pudor! 

Aunque la lista podría extenderse al infinito, con sus mil particularidades, yo diría que por el momento es suficiente, solamente quedaría añadir un séptimo grupo, al que todavía no he dado nombre por su complejidad y la dificultad que supone encontrarlas. Pero cuando sucede una satisfacción enorme me correre todo el cuerpo. Las observo con auténtica devoción,y por qué no, envidia.  Son aquellas que son capaces de reírse incluso sin hablar. Basta un gesto. Se ríen con las manos, con una mirada. Se leen el pensamiento. Sonríen incluso sin hacer una mueca, pero se sabe que son felices porque se les puede leer en el brillo de los ojos, y lo mejor es que saben transmitirlo. Su alegría es contagiosa. 



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(III) Sinceridad de pareja...


Sinceridad: eso que anhelamos desesperadamente de todos y en todo momento. Queremos sinceridad de parte de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestras parejas, incluso del comerciante que nos vende la fruta: "¿Este melón es dulce?", si nos dice que sí y al llegar a casa descubrimos que la dulzura no forma parte de las características de nuestra recién adquirida pieza de fruta, nos cabreamos y hacemos un repaso por todos los antepasados del susodicho que con tal de vender nos ha venido un melón apepinado. Nada que no pueda solucionar un cambio de frutería.  No es nada personal pero cuando hacemos una pregunta, cualquiera, queremos que la respuesta sea clara y, a poder ser, sincera. Ya que hemos tenido el coraje de preguntar, ¡qué menos! 



Normalmente los amigos, a veces con mucho tacto, intentan siempre decirnos la verdad, al fin y al cabo por eso son nuestros confidentes, y compañeros de aventuras. Por su parte, la familia se ve obligada a decirnos siempre la verdad, y nada más que la verdad aunque nos duela: "¡Ese chico no te conviene!", "¿¡Piensas salir con esos pelos!?"... etc. No existen las medias tintas ni los paños calientes. Tu madre tiene todo el derecho del mundo a decirte las cosas cómo las piensa, (no quiere decir que para ella no seas la mejor cosa del mundoo) al fin y al cabo ella te ha traído al mundo. 




Visto que familia y amigos, en la mayor parte de los casos bien o mal, no nos mentirían, ¿quién nos queda por analizar? La pareja: el origen de la mentira piadosa. Del "mejor no te lo digo", "no quiero hacerte daño", "es solo una amiga", "ayer fue una noche tranquila", "me encanta tu vestido", "es mi primo", "estuve con mis amigas", "me fui a la cama prontísimo", "había chicos/as superguapos pero ni me fijé", "No me pasa nada... (este es un tema de tratar a parte)"... etc etc Aunque para ser sincera, los interrogativos en los que pedimos a gritos la verdad, son aquellos que ni siquiera llegamos a hacer. Es decir, hay preguntas que por el miedo a una respuesta desagradable o para evitar que la otra persona se vea "obligada" a decirnos una mentira, piadosa o no, preferimos no hacerla.






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(II) ¡Yo quiero que tú...!


¿Habéis pensado alguna vez en lo que realmente buscáis en un pareja? ¿Sinceridad? ¿Pasión? ¿Entrega? ¿Comprensión? ¿Interés? ¿Inteligencia? ¿Simpatía? ¿Belleza? ¿Afinidad? ¿Atenciones? ¿Personalidad? ¿Fidelidad? ¿Todo? ¿Nada? ¿Qué esperamos realmente de la persona que tenemos a nuestro lado? 



Sinceramente, yo no sabría qué responder. Son interrogantes que normalmente ni siquiera nos planteamos. Las personas llegan a nuestras vidas; algunas se quedan por un tiempo, otras se van incluso antes de que nos demos cuenta. Simplemente las dejas pasar sin perdirles las credenciales. ¿Por qué? ¿Por qué no nos hacemos todas estas preguntas antes de abrirles las puertas? ¿Por qué no tratamos de asegurarnos totalmente antes de correr el cerrojo? ¿Es el miedo a la soledad o es que realmente no son tan importantes?  




Una cosa es segura, las certezas absolutas no existen, o por lo menos a mí no me gustan. Si no arriesgamos difícilmente podremos ganar. Solo hace falta tener clara una cosa: ¡No se puede pretender la perfección! Sobre todo porque aún teniéndola entre los dedos, no nos daremos cuenta y querremos más: nunca será suficiente. Una vez que hayamos aprendido eso, queridos inconformistas, seremos en grado de disfrutar de los momentos de felicidad, aún con la persona imperfecta. ¿El peligro? Considerar la imperfección la verdadera meta, o entender la desilusión una forma de amor. 




Yo por mi parte, continuo reflexionando sobre el hecho de que nunca he dicho un "te amo" aún creyendo que estaba peridamente enamorada: Incoherente. Lo que me hace preguntarme ¿qué damos nosotros a cambio? ¿Podemos exigirle a una persona que sea sincera cuando nosotros mismos hace tiempo que dejamos de considerar la mentira una mala costumbre para convertirla en una actitud? ¿Somos en grado de pretender ser comprendidos cuando nosotros mismos no atendemos a razones? Y así sucesivamente... Sin querer, nos dejamos condicionar por el "YO": "Yo quiero que tú..."


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(I) ¡Eres...!
¡Fantástica! ¡Estupenda! ¡Guapa! ¡Bellezón! En resumidas cuentas, eres la fin del mundo. Te lo ha dicho tantas veces que comienzas a creértelo. A ver, sabes que eres una mujer de bandera y no necesitas que nadie te regale los oídos, pero de vez en cuando... ¡No serás tú quién le lleve la contraria! Te sientes una diosa, Venus recién salida de las aguas, por la calle deslizas delicadamente tus caderas ajena a las miradas... Vamos, que te contoneas como Carry en Sexo en Nueva York, y no te pones ni colorada. ¡Ahí estás tú!



 ¡Morenaza/Rubiaza/Pelirrojaza!  a este punto los niveles de ego son tan altos que podrías presentarte a Miss Universo y ofenderte si no te eligieran... ¿Preferen a esa portorriqueña de 1.90 con piernas de vértigo y unas curvas dignas de un circuito de Fórmula 1 en vez de tus graciosos andares y discreta barriguilla? ¡No tienen ni idea! Tranquila, tú mientras tanto sigue viviendo tu historia entre piropos y atenciones. 




 ¡Eres única!  Ya te lo has creído. Ahora no solo eres el mujerón que eras, has pasado a ser una deidad en la Tierra, que comparte su tiempo y aficiones con un mísero mortal que se declara afortunadísimo de haberte encontrado. ¿Y en la cama? No podía ser de otra manera, eres prácticamente una pornostar. ¡Faltaría más! 




¡Te adoro! Te ha colocado en un altar. Adora cada una de las cosas que haces, podría quedarse mirándote durante horas. Apoya cada uno de tus iniciativas: "Confío en tí". Todo es perfecto. Sobra decir que una vez que has llegado a esta fase Miss Mundo ya no te interesa, es para descerebradas, y tú eres, como mínimo, una digna merecedora del Pulitzer. 




Tengo que decirte algo. Es el principio del fin. Cuando una mujer dice "la frase" es mejor que os echéis a templar... ¿pero cuándo la dice él? Es mejor echar a correr pero para no morirte de risa. El punto es que a pesar de que tú eres la diosa de la perfección ante sus ojos de humilde mortal, él necesita pensar. La mujer de bandera que hay en tí, respira hondo y sonríe. Sin embargo, la niña que se esconde en el fondo de algún rincón de tu mente quiere llorar, no de pena: de rabia. Se siente traicionada y tremendamente desilusionada. Por fortuna, la "semidiosa" es más fuerte y piensa: 



¡Pues una vez en el Olimpo, casi que no me voy! 







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Roma - Amor... 


A #París hace tiempo que se le ha adjudicado el sobrenombre de "Ciudad del Amor": los paseos por el Sena, la magia envolvente de la Torre Eiffel iluminada, el magnetismo del Sagrado Corazón... Sin duda es una ciudad romántica con un encanto indiscutible pero Roma es Amor leído al revés... 

¿Qué más se puede decir? Un posible tema de CityMurmur

por el momento os dejo un pequeño anticipo... 






En un principio la idea era realizar un post que hablara del amor "alla romana", "alla turista" o siemplemente para hablar de eso loco sentimiento. Sin embargo, el proyecto se ha expandido: desde hoy habrá una sección más en este desordenado blog:


From the City Of Love.

Ni los personajes, ni las historias que aparecerán serán totalmente reales. Los nombres difícilmente corresponderán con la realidad y en muchas ocasiones los relatos ni siquiera habrán sucedido.
Son, simplemente, reflexiones de una irónica impedernida que encuentra en
el sacarmo una morbosa forma de diversión.





Si alguien (si alguien lo lee!!) se siente ofendido,
que no dude en transmitir su descontento.