Nunca se pasará de moda,
Roma se marca sus propios ritmos.
En cada esquina un reloj, pero ninguno en hora.
Hace tiempo que dejó de importarle el paso del tiempo. Se renueva cada día, en cada cruce de miradas, a cada flash... Adoquines imperiales, grandes fuentes barrocas, se camuflan entre calles en las que se ubican locales particulares... con un estilo indefinible y acogedor. Lugares donde los pianos de cola decoran las estancias entre sofás, y butacas. Tradiciones pasadas, como aquella de los papas de hacer construcciones colosales, se amoldan a las más modernas para convertirse de nuevo en lugares de moda: leáse Ponte Milvio y los candados.
Cada noche es una exploración atemporal,
una aventura entre farolas.