Aunque el sol dice pronto adiós en la Ciudad Eterna, las tardes de sábado son un buen momento para hacer turismo. A las cinco comienza iluminarse para dar la bienvenida a la luna. Las farolas y los focos de los coches, se mezclan con los flashes de las cámaras de los cientos de personas que recorren la ciudad con mapa y sin rumbo.
Así que como unas turistas más, camufladas entre la gente y ataviadas con la cámara de fotos iniciamos el camino por Via Nazionale con un destino muy claro:
-El vittoriano-.
En pleno corazón de la ciudad, entre la colina Capitolina y Piazza Venezia, se irgue este complejo monumental en marmol blanco destinado a honrar la memoria del primer rey de la Italia unificada. También llamado el Monumento Nazionale a Vittorio Emanuele II, fue contruido entre el final del s. XIX y principios del XX en un magestuoso estilo Neoclásico.
Para su realización se tuvo que destruir gran parte del barrio medieval ubicado en la misma colina. Una pérdida histórica que inevitablemente hizo que su edificación provocara reacciones negativas y sus retractores "La Olivetti", debido a su forma compacta que recuerda a las antiguas máquinas de escribir.
La fachada central está presidida por unas imponentes escaleras que culminan en el Monumento al Soldado desconocido. Homenaje añadido despues de la Segunda Guerra Mundial y que está custodiado por dos soldados y dos grandes piras de fuego que nunca se apagan.
No se puede negar que el exterior es imponente llegando a intimidar.
La cuádrigas que presiden el tejado hacen visible el edificio en prácticamente toda la ciudad. Al ser concebido como un gran foro que simbolizara la Unidad de Italia, cada una de las regiones y ciudades nobles están representadas en forma de estatua entre las titánicas columnas corintias.
La magnificencia exterior se complementa a la perfección con un interior caracterizado por la elegancia
y la sofisticación, que contrastan con las escenas bélicas que se muestran en las diferentes salas.
Unas escaleras estériles y unos elevadísimos techos decorados van llevando al visitante a la galería central del monumento. Suelos de colores marmóleos,y grandes cúpulas.
Todo un recorrido por el Resorgimento italiano al compás del himno nacional.
Esculturas de batallones y de cada uno de los generales que dejaron su impronta en la Unificación. Detrás de uno de estos bustos, poco faltó para quedarnos encerradas. Hombres de gran cabeza...
Garibaldi ocupa gran parte del protagonismo. Se muestran mil y un retratos.
Los pantalones que usó durante las diferentes contiendas, su espada... y hasta alguna de sus incondicionales camisas rojas. Sombreros, pistolas, y hasta timones de barco de los aliados.
Y de repente después de un tranquilo paseo al calor de las vitrinas, el camino cambia radicalmente.
La imposibilidad de acceder a una de las salas desde el interior obliga al visitante a realizar el recorrido a través de una extensa terraza que rodea todo el edificio, desde donde se disfruta de una de las mejores panorámicas de la ciudad.
Un espejismo pasajero de tranquilidad y calma se aprecia desde las alturas pero
la caótica Roma vuelve en sí a pie de calle.