- CINQUE TERRE-
A noventa kilómetros de Génova se encuentran los cinco enclaves costeros más enigmáticos del mar de Liguria. Monterroso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore, son el nombre de estos cinco pueblos pesqueros en el que el tiempo parece haberse detenido hace ya mucho tiempo entre el mar y el acantilado.
Unidos por un paseo marítimo pegado al acantilado, permite disfrutar de panorámicas que se gravan en la retina y que difícilmente son captadas por la cámara. Un belleza indescriptible, donde el mar es el protagonista indiscutible.
-Monterosso al mare-
Las nubes presagiaban el diluvio universal.
Un mar bravo, nos dio la bienvenida en la primera parada: Monterosso al Mare. Un "villaggio" donde la tranquilidad y la armonía de los residentes contrastaba con la furia del cielo gris.
En lo más alto de la montaña donde se incrusta el pueblo se encuentra la iglesia de los monjes Capuchinos, desde donde se goza de unas vistas realmente privilegiadas.
-MANAROLA-
Colores brillantes y variados resaltan la presencia del pueblo en la pared del acantilado en el que se encuentra esta pequeña villa marinera. Calles empedradas, donde las barcas están aparcadas casi en mitad de Manarola. A medida que el día avanzaba las nubes se fueron disipando, hasta que comenzó al salir el sol justo sobre el merendero con vistas al mar en el que comimos.
Camino a Riomaggiore por la vía "Dell'Amore"
Un recorrido de poco más de un kilómetro en el que se respira "Amore". Son miles los candados que las parejas han dejando repartidas por los barrotes del paseo. A un lado el muro, en el que no cabe una declaración de amor más, y al otro cuelgan estos pequeños tributos a los protagonistas del libro de Federico Moccia frente a un mar verdoso.
- RIOMAGGIORE-
La más occidental de las "Cinque Terre" así como la más grande.
No se pasea, se escala. Debido a su posición con respecto al acantilado no existen prácticamente calles, ya que están sustituidas por empinadas escaleras. Un poblado marinero, lleno de bicicletas y barcas, cuya cumbre está coronada por un castillo medieval. Convertido en una gran terraza esconde en una de sus torres un centro de documentación. Desde lo más alto vimos cómo el sol iba perdiendo fuerza.
Se fue apagando hasta desaparecer en el fondo mar.
Cielo y agua crean una mágica unión de colores y reflejos. De los grises de la mañana, a los verdes de la tarde hasta llegar a los violetas del nochecer. Con caída de la noche y la llegada de la luna, un negro penetrante se apodera de ambos, solo roto por las luces de las "Cinque Terre".
Cinco caprichos de costa de los que ahora solo es posible visitar tres a causa de las fuertes tormentas de las semanas precedentes. Vecinos entrañables que se fruncen el ceño al ver personas que no conocen, pero que se convierte rápidamente en una sonrisa y un "Buona sera".
Celosos de su paraíso, temen que alguien rompa su paz.