Halloween.
"All hallow's eve", o lo que es lo mismo: "víspera de todos los santos".
Aunque el nombre sea el mismo, los anglosajones se han desligado del sentido estrictamente religioso para celebrar una noche de terror. Los difuntos no se visitan en el cementerio, se invocan. Nada de Huesos de Santo, calabaza. Se retorna al paganismo celta, a las supersticiones y la magia.
Escenarios fantasmagóricos, encarnaciones del mal: fantasmas, vampiros,
brujas, muertos vivientes, demonios... que aprovechan la noche del 31 para salir de su escondite para campar a sus anchas por el mundo de los vivos.
Se beben la sangre de sus víctimas, perdón Kalimotxo y cuando no tienen carne fresca se divierten con juegos del Inframundo, como por ejemplo el duro y comen... ¡PASTELITOS!
Para los celtas, como explica una antigua leyenda, esa noche los muertos retornaban a su antigua casa pidiendo comida a sus moradores. Esta debía de estar preparada fuera para que no entraran en casa.
Así, en la fiesta no podía faltar la comida. Al principio había comida para cuatro visitadores,
cuando nos fuimos no quedaron ni las migas.
Sin duda la noche de Haloween es una gran oportudad para sacar lo mejor de nosotros mismos...
¡Muhaha!