Villalta, el Pop Art tiene apellido español




protagonista activo de la ochentera Movida Madrileña y actualmente uno de los mayores exponentes del Pop Art Europeo, nos abre las puertas de su mundo - de su casa y de su estudio- en pleno corazón del centro histórico romano. 

Villalta o Stefano, como lo llaman en Italia, conserva la rebeldía del muchacho que dibujaba con maestría - y nocturnidad- superhéroes sobre los muros de la Capital. Y es que fue precisamente así cómo consiguió sus primeros trabajos y comenzó a dejar boquiabierto al público: graffiteando. No es una casualidad que la mayor parte de sus cuadros sean de grandes dimensiones. “Me divierto mucho más”, confiesa con un sonrisa. 

El olor a café proveniente de la cocina inunda el estudio indicando el momento de hacer una pausa. 



La Ciudad Eterna lo vio nacer en 1956 y en ella se formó como artista, ya que se licenció en Bellas Artes en la Academia de Bellas Artes. Impaciente y transgresor, recuerda sus años como estudiante en Roma: “La escultura no me gustaba nada. Yo quería pintar”. A pesar de todo fue un alumno brillante, de sobresaliente. Apasionado de su trabajo tardaría muy poco en recoger los primeros frutos. Ya a finales de los ’70 comenzó a exponer en las principales ciudades europeas, hasta que en 1980 consiguió una beca en el Museo de Arte e Historia de Ginebra: “Tenía un estudio alucinante sobre el lago”, aunque reconoce que todos, o casi, los fines de semana se escapaba a la capital francesa: “Paris en los años 80 era algo increíble”, añade. La aventura española estaba a punto de empezar. En 1982 llegó a Madrid, donde conseguiría una beca de dos años para trabajar en la “Casa de Velázquez” y entraría en contacto con una ciudad en ebullición, llena de nuevas ideas. Se adentró en la Movida Madrileña convirtiéndose en protagonista activo de esta revolución cultural. Dos años que se convertirían en doce, ya que no dejaría la urbe hasta 1992. En este tiempo, participaría en la primera Bienal del Mediterráneo, celebrada en Barcelona en 1985, el escenario perfecto para que los los jóvenes artistas contemporáneos del momento presentaran sus obras. Y donde quiso faltar  un Almodóvar todavía cantante. 

El humo del cigarrillo hace de hilo conductor. 

Una vida llena de anécdotas y una carrera profesional que no ha dejado de cosechar éxitos. Del graffiti inicial ha pasado por diferentes etapas: el expresionismo feroz, la gestualidad pop (Adminador incondicional di Andy Warhol) hasta llegar a la que es la etapa actual, el Fetish, quizás la más polémica. Se inspira en los cómics de los años 30 americanos, en los que solo aparecían mujeres, y va más allá. Los superhéroes pertenecen a una etapa anterior, pero todavía protagonizan su estudio, en el que además de exuberantes mujeres, encontramos toreros sombríos (¿sátira u homenaje?). De madre italiana y padre español (pintor de gran prestigio) ha vivido siempre a caballo entre los dos países. Un cruce de culturas que se observa en su obra pero también en los tatuajes que decoran sus brazos. La mujer española, con lunar sobre el labio y cabello oscuro, es sin duda un elemento recurrente en sus obras. El toreo en sus obras se convierte en arte, en una lucha cuerpo a cuerpo. El hermano de su abuelo, Nicanor Villata, fue un importante torero, citado por Hemingway en sus relatos sobre España. Entre la tradición y el espectáculo, así se vivía el toreo en la España de los años 80 y así es como él lo representa a través de una pintura casi cinematográfica, que parece salirse del lienzo. 

Una obra de impacto llena de simbolismo y sensualidad que engancha, encanta al público, fascina a los coleccionas y desata pasiones entre los galeristas. Actualmente desarrolla su actividad entre Mallorca, en que además haber pasado gran parte de los veranos, tiene una exposición permanente en el Fundación Miró, y Madrid, donde ha deja cada vez que vuelve un pedazo de su corazón.