Diseñado en siglo XV,
el Palacio Falconieri y con una posición privilegiada a orillas del Tevere, dió cobijo a alguna de las familias italianas más influyentes del Renacimiento, hasta llehar a los Falconieri de quienes conserva el nombre. Por sus dependencias han pasado cardenales, papas, nobles del más alto nivel. Incluso la madre de Napoleón Bonaparte lo ocupó durante un tiempo. Si las paredes hablasen podrían contar un sin fín de secretos de alcoba, que en la mayoría de los casos van ligados a los de estado. Conspiraciones, envenenamientos, traiciones... ¡todo y más!
Precisamente por su larga historia, ha sido remodelado prácticamente a cada cambio de siglo.
Pero no sería hasta el siglo XVII cuando la familia Falconieri encargaría su ambliación a uno de los mayores artistas del Barroco: Borromini. Quien eligió para el palacio una decoración ornamental en el que la rosa es, sin duda, la gran protagonista, ya que para él tenía un fuerte valor simbólico. Era un erudito. En su estudio se encontraron artículos de proveniencia desconocida y libros que se había hecho traer del extranjero.
el Palacio Falconieri y con una posición privilegiada a orillas del Tevere, dió cobijo a alguna de las familias italianas más influyentes del Renacimiento, hasta llehar a los Falconieri de quienes conserva el nombre. Por sus dependencias han pasado cardenales, papas, nobles del más alto nivel. Incluso la madre de Napoleón Bonaparte lo ocupó durante un tiempo. Si las paredes hablasen podrían contar un sin fín de secretos de alcoba, que en la mayoría de los casos van ligados a los de estado. Conspiraciones, envenenamientos, traiciones... ¡todo y más!
Precisamente por su larga historia, ha sido remodelado prácticamente a cada cambio de siglo.
Pero no sería hasta el siglo XVII cuando la familia Falconieri encargaría su ambliación a uno de los mayores artistas del Barroco: Borromini. Quien eligió para el palacio una decoración ornamental en el que la rosa es, sin duda, la gran protagonista, ya que para él tenía un fuerte valor simbólico. Era un erudito. En su estudio se encontraron artículos de proveniencia desconocida y libros que se había hecho traer del extranjero.
Y precisamente esa genialidad lo que se refleja en la decoración de las paredes, y techos. Una simbología difícil de descifrar y sobre la que todavía no existen certezas. Creaba para entendidos, personas de un gran nivel cultural. Nada que ver con las alegorías de Bernini. Una rivalidad de la que ya hablamos en relación a Piazza Navona.
Una joya del Renacimiento, que se convirtió en una del Barroco,
para después adaptarse all' Ottocento. Momento desde el que se mantiene inalterable.
Actualmente es la sede dell'Accademia d'Ungheria, siempre en Via Guilia.