Recorrer los senderos de Villa Borghese,
protegidos por la sombra de los árboles y dejarse maravillar por la panorámica que se extiende bajo la terraza del Pincio, una de las más bonitas de Roma,
son alguno de los placeres que se esconden en el corazón de la ciudad.
¿El momento ideal? Al caer el sol, cuando el azul penetrante explota en mil colores.
Creando una atmósferas de ensueño en la que el horizonte se difumina y los tejados parecen de cristal.
Pero no todo son panorámicas, tranquilidad y paseos. Si bien es cierto que Roma es una ciudad de contrastes, no lo es menos Villa Borghese. Entre los turistas cargados con sus cámaras y las parejas que pasean tranquilimente de la mano, se encuentran espectáculos musicales, exhibiciones deportivas y un ir y venir continuo de vehículos a pedales de alquiler.
Un atardecer en Villa Borghese...